16 de noviembre de 2013

Observar

Hace algún tiempo vengo percibiendo alteraciones considerables, notorios, importantes en mi interior. De un tiempo a esta parte, a mi parecer, el cambio es que he aprendido a observar, a mirar las cosas desde otra óptica diferente, desde otra perspectiva. Me refiero simple y llanamente a observar sin más, sin ningún propósito, sin ninguna otra idea en mi mente. Mirar el mundo, la gente tal cual es. Quizás resulte pomposo, pretencioso o engolado, pero cuando la vista comienza su verdadera tarea, todo es más sencillo y real, y junto a esa realidad se encuentra la belleza. No es esa belleza aprendida en el sentido de bienestar, de armonía en los espacios; la belleza a la que me refiero es una amalgama entre lo que está presente, lo que proyecta y la huella que deja. En la práctica sería algo así como asomarte a una ventana, mirar el curso diario, intuir algún objeto y seguir su rastro. La belleza, tal vez, no sólo es aceptar que esto es lo que hay.

Este punto de arrivada no es un sentimiento aislado sin contexto. Todo es resultado de que todavía no he escuchado las palabras adecuadas que me ayuden a clarificar mi mundo. A lo largo de mi caminar he estado buscando donde depositar mis ansias a fin de que algunas se vieran satisfechas, constantemente he errado y he vuelto al mismo lugar de origen con las manos raídas y vacías. Viejos amigos de la infancia que por circunstancias de la vida ya no están todo lo que uno necesita o prefiere y los que quedan sólo existen porque el azar o el destino los ha sabido situar cerca de mí, a mi lado, sin más propósito que el de permanecer y hacer que mis ojos se despierten.

He aprendido a no a cuestionar cada palabra, a mirar más allá de las pupilas. He aprendido únicamente a observar. Y en esa observación, cada hecho se contradice una y mil veces porque la sílaba no parte de la razón sino de la costumbre. La costumbre del contradicho perpetuo. Lo que antes era fácil, ahora es difícil y viceversa. La conversación sola no basta. Huyo de lo que acontece forzosamente, de las palabras para completar tiempos, de los momentos de relleno y de las almas vacías.

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